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.El clon de fuera, que nunca verá la ciudad, intentará adivinar cómo es.El clon de dentro ejecutará otros ambientes, y a veces ni siquiera pensará en la ciudad.Cuando lo haga, a veces no la recordará bien.Y a veces soñará con versiones salvajemente distorsionadas de lo que ha visto.»Defino todos esos momentos como parte de mí.Por tanto.¿crees qué debería sentir curiosidad?Kate dijo:—Me encanta cuando me adoctrinas —dio un paso al frente y le besó, luego él la agarró, ella se escapó en otro cuerpo, dejándole atrás sosteniendo peso muerto—.Ahora cállate y vamos a echar un vistazo.Peer dudaba de que llegase a saber alguna vez por qué había muerto.Ninguna introspección agonizante, tortuosa interrogación por video-postal a ex amigos, e incluso análisis por sistemas expertos de su fichero de escán final, le habían acercado más a la verdad.La brecha era demasiado grande para cruzarla; había perdido los últimos cuatro años de su vida corpórea, y los sucesos de ese período parecían más como una desafortunada excursión a un mundo paralelo que un simple episodio de amnesia.El forense había dejado conclusiones abiertas.Los accidentes de escalada eran raros, la mejor tecnología casi no tenía fallos, pero David Hawthorne había rechazado con desdén todos los refinamientos (incluyendo el implante de caja negra, que hubiese grabado las acciones que llevaron a su muerte, aunque no los motivos tras ella).Nada de pitones llenos de microchips, que podían haber realizado tomografías ultrasónicas de la pared rocosa y haber calculado su propia capacidad de carga; nada de arneses llenos de globos inteligentes para choques, que podían haber amortiguado su caída de sesenta metros sobre las rocas dentadas; nada de un compañero robot, que podía haber cargado durante veinte kilómetros con la columna rota sobre terreno irregular y que le hubiese entregado en cuidados intensivos como si hubiese flotado en una nube de morfina.Peer lo entendía hasta cierto grado.¿Qué sentido tenía ser escaneado sólo para permanecer esclavizado por un respeto obsoleto por la fragilidad del cuerpo? Habiendo triunfado sobre la mortalidad, ¿cómo podía haber seguido viviendo como si nada hubiese cambiado? Todo instinto biológico, toda idea de sentido común sobre la naturaleza de la supervivencia se había vuelto absurda.y no había podido resistir a la necesidad de declarar esa transformación.Eso no demostraba que hubiese querido morir.Pero si su muerte había sido puro accidente, un suicidio inequívoco, o el resultado de alguna maniobra muy peligrosa que no se preveía (conscientemente) como fatal, el David Hawthorne con cuatro años de retraso se había despertado en el barrio bajo virtual para descubrir, personalmente, que le había dado a la idea, la misma seria consideración que a despertarse en el Purgatorio.Lo que hubiese llegado a creer en esos años perdidos, lo que hubiese imaginado en los últimos minutos de su vida en aquella cornisa de caliza, hasta ese último escán siempre había imaginado su resurrección virtual como teniendo lugar en el lejano futuro, cuando, o fuese muy rico, o el coste de la potencia informática hubiese caído tanto que el dinero apenas importase.Había tenido cuarenta y seis años, y salud perfecta; un ejecutivo superior en Incite PLC —la vigésimo quinta mayor firma de manufactura de Europa—, segundo al mando de la División de Correo Interactivo Dirigido.Con cuidado, podía haber muerto a los ciento cincuenta, para convertirse en un miembro instantáneo de la elite, quizá, para entonces, en un cuerpo cibernético indistinguible del real.Pero habiendo pagado por el derecho a no temer a la muerte, a cierto nivel debía de haber confundido el tipo de inmortalidad abstracta, literaria llena de moral e hija del destino que poseían los héroes míticos y los virtuosos creyentes en el más allá, con la muy específica versión de libre mercado que había comprado de verdad.Y cualesquiera que fuesen las complicadas explicaciones psicológicas para su muerte, en términos financieros el resultado estaba claro.Había muerto demasiado pronto.En una semana de tiempo real —unas pocas horas de tiempo subjetivo— había pasado de un modelo en carne y hueso en el rico apartamento virtual que había comprado en la época de su primer escán, a ser una consciencia incorpórea observando su Búnker.Incluso eso no había sido suficiente para permitirle agarrarse a su papel en el mundo exterior.Un seguro de vida completo no estaba disponible para la gente que había sido escaneada —y menos aún para los que se dedicaban a diversiones peligrosas— y el veredicto del forense incluso haba impedido el pago del único sucedáneo de póliza muy cara que haba podido conseguir [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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