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.Sígueme, pues, y nohables más. Después se alejó precipitadamente.Y mi hermano, con la esperanza de todo lo prometaido,echó a andar detrás de ella, hasta que llegaron a un palacio magnífico, en el cual entró la vieja e hizo entrara mi hermano Haddar.Y mi hermano vio que el interior del palacio era muy bello, pero que era más belloaún lo que encerraba.Porque se encontró en medio de cuatro muchachas como lunas.Y esas jóvenes esta-bas tendidas sobre riquísimos tapices y entonaban con una voz deliciosa canciones de amor.Después de las zalemas aeostumbradas, una de ellas se levantó, llenó una copa y la bebió.Y mi hermanoHaddar le dijo:' Que te sea sano y delicioso y aumente tus fuerzas. Y se aproximo a la joven, para tomarla copa vacía y ponerse a sus órdenes.Pero ella llenó inmediatamente la copa y se la ofreció.Y Haddar, co-giendo la copa, se puso a beber, Y mientras él bebía, la joven empezó a acariciarle la nuca pero de prontoEste documento ha sido descargado dehttp://www.escolar.comlee gdpeó con tal saña, que mi hermana acabó por enfadarse.Y se levantó para irse, olvidando su promesade soportarlo todo sin protestar.Y entonces se acercó la vieja y le guiñó el ojo, como diciéndole: ¡No ha-gas eso! Quédate y aguarda hasta, el fin. Y mi hermano obedeció, y hubo de sopórtar pacientemente todoslos caprichos de la joven.Y las otras tres porfiaron en darle bromas no menos pesadas: una le tiraba de lasorejas como para arrancárselas, otra le daba capirotazos en la nariz, y la tercera le pellizcaba con las uñas.Y mi hermano lo tomaba con mucha resignación, porque la vieja le seguía haciendo señas de que callase.Por fin, para premiar su paciencia, se levantó la joven más hermosa y le dijo que se desnudase.Y mi her-mano obedeció sin protestar.Y entonces la joven cogió un hisopo, le roció con agua de rosas, y le dijo: Me gustas mucho, ¡ojo de mi vida! Pero me fastidian las barbas y los bigotes, que pinchan la piel.De mo-do que, si me quieres, te has de afeitar la cara. Y mi hermano contestó: Pues eso no puede ser, porque se-ría la mayor vergüenza que me podría ocurrir. Y ella dijo: Pues no podré amarte de otro modo.No haymás remedio. Y entonces mi hermano dejó que la vieja le llevase a una habitación contigua, donde le cortóla barba y se la afeitó, y después los bigotes y las cejas.Y luego le embadurnó la cara con colorete y pol-vos, y lo condujo a la sala donde estaban las jóvenes.Y al verle les entró tal risa, que se doblaron.Después se le acercó la más hermosa de aquellas jóvenes y le dijo: ¡Oh dueño mío! Tus encantos acabande conquistar mi alma.Y sólo he de pedirte un favor, y es que así, desnudo como estás y tan lindo, ejecutesdelante de nosotras una danza que sea graciosa y sugestiva. Y como El-Haddar no pareciese muy dis-puesto, prosiguió la joven: Te conjuro por mi vida a que lo hagas.Y después lograrás de mí lo que tú sa-bes. Entonces, al son de la dorabuka, manejada por la vieja, mi hermano se ató a la cintura un pañuelo deseda y se puso a bailar en medio de la sala.Pero tales eran, sus gestos y sus piruetas, que las jóvenes se desternillaban de risa, y empezaron a tirarlecuanto vieron a mano: los almohadones, las frutas, las bebidas y hasta las botellas.Y la mas bella de todasse levantó entonces y fue adoptando toda clase de posturas, mirando a mi hermano con ojos como entor-nados.Y El-Haddar, que había interrumpido el baile tan pronto como vio a la joven en ese estado, llegó allímite más extremo.Pero entonces se le acercó la vieja y le dijo: Ahora te toca correr detrás de ella.De modo que la vas aperseguir por todas partes, de habitación en habitación, hasta que la puedas atrapar.En este, momento de su narración, Schahrazáda vio aparecer la mañana, y se calló discretamente.PERO CUANDO LLEGÓ LA 31a NOCHEElla dijo:He llegado a saber, ¡oh rey afortunado! que el barbero prosiguió su relato en esta forma: Mi hermano, Haddar, empezó a perseguir a la joven, que, ligera, huía de él y se reía.Y las otras jóvenesy la vieja, al ver correr a aquel hombre con su rostro pintarrajeado, sin barbas, ni bigotes, ni cejas, se mo-rían de risa y palmoteaban Y golpeahan el suelo con los pies.Y la joven, después de dar dos vueltas a la sala, se metió por un pasillo muy largo, y luego cruzó dos ha-bitaciones, una tras otra, siempre perseguida por mi hermano, completamente loco.Y ella, sin dejar de co-rrer, reía con toda su alma, moviendo las caderas.Pero de pronto desapareció en un recodo, y mi hermano fue a abrir una puerta por la cual creía que habíasalido la joven, y se encontró en medio de una calle.Y esta calle era la calle en que vivían los curtidores deBagdad.Y todos los curtidores vieron a El-Haddar afeitado de barbas, sin bigotes, las cejas rapadas y pin-tado el rostro como una mujer.Y escandalizados, se pusieron a darle correazos, hasta que perdió el cono-cimiento.Y después le montaron en un burro, poniéndole al revés, de cara al rabo, y le hicieron dar lavuelta a todas los zocos, hasta que lo llevaron al walí, que les preguntó: ¿Quién es ese hombre? Y elloscontestaron: Es un desconocido que salió súbitamente de casa del gran visir.Y lo hemos hallado en esteestado. Entonces el walí mandó que le diesen cien latigazos en la planta de los pies, y lo desterró de laciudad.Y yo ¡oh Emir de los Creyentes! corrí en busca de mi hermano, me lo traje secretamente y le dihospedaje.Y ahora lo sostengo a mi costa.Comprenderas que si yo no fuera un hombre lleno de entereza yde cualidades, no habría podido soportar a semejante necio.Pero en lo que se refiere a mi tercer hermano, ya es otra cosa, como vas a ver.HISTORIA DE BACBAC, TERCER HERMANO DEL BARBERO Bacbac el ciego, por otro nombre el Cacareador hinchado, es mi tercer hermano.Era mendigo de oficio,y uno de los principales de la cofradía de los pordioseros de Bagdad, de nuestra ciudad.Cierto día, la voluntad de Alah y el Destina permitieron que mi hermano llegase a mendigar a la puertade una casa.Y mi hermano Bacbac, sin prescindir de sus acostumbradas invocaciones para pedir limosna: ¡Oh donador, oh generoso! , dio con el palo en la puerta.Este documento ha sido descargado dehttp://www.escolar.comPero conviene que sepas, ¡oh Comendador de los Creyentes! que mi hermano Bacbac, igual que los másastutos de su cofradía, no contestaba cuando, al llamar a la puerta de uno casa, le decían: ¿Quién es? Y secallaba para obligara que abriesen la puerta, pues de otro modo, en lugar de abrir, se contentaban con res-ponder desde dentro: '¡Alah te ampare! Que es el modo de despedir a los mendigos.De modo que aquel día, por más que desde la casa preguntasen: ¿Quién es? , mi hermano callaba.Y aca-bó por oír pasos que se acercaban, y que se abría la puerta.Y se presentó un hombre al cual Bacbac, si nohubiera estado ciego, no habría pedido limosna seguramente.Pero aquel era su Destino
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