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. Para eso todavía faltan dos meses. Sí, pero tampoco es seguro.Gran dice que todos los soldados aseguran que volverán a casa porNavidad. Estoy deseando que vuelva  musitó, visiblemente emocionada. ¿Qué ocurrirá cuando lo haga?  pregunté sin estar muy seguro de que me interesara oír larespuesta. Vamos a casarnos  contestó esbozando una radiante sonrisa.Sus ojos se llenaron de asombro yesperanza. ¿De veras? Sí, me lo prometió.Yo no quería que Ricky se casara.Era mío.Iríamos a pescar y jugaríamos al béisbol, me contaríahistorias de la guerra.Sería mi hermano mayor, no el marido de una chica. Es un encanto  añadió Libby, mirando al cielo.Ricky era muchas cosas, pero yo jamás lo hubierallamado «encanto».Sin embargo, cualquiera sabía lo que habría hecho para provocar en Libby esaimpresión. Eso no tienes que decírselo a nadie, Luke. De repente se puso muy seria.Es nuestro secreto.«Es mi especialidad», estuve a punto de decir. No te preocupes  dije.Sé guardar secretos. ¿Sabes leer y escribir, Luke? Pues claro.¿Y tú? Bastante bien. Pero no vas a la escuela. Fui hasta cuarto grado, pero después mi madre empezó a tener hijos y tuve que dejarlo.Le heescrito una carta a Ricky contándole todo lo del bebé.¿Tienes su dirección?No sabía muy bien si Ricky quería recibir su carta, y por un instante pensé hacerme el tonto.Pero nopodía evitar sentirme atraído hacia Libby.Estaba tan loca por Ricky que me parecía mal no darle sudirección. Si, la tengo. ¿Tienes un sobre? Pues claro. ¿Podrías echarla al correo por mí? Por favor, Luke.No creo que Ricky sepa nada de nuestro bebé.Algo me dijo que no me metiera en aquel lío.Era un asunto entre ellos dos. Creo que podré echarla al correo  contesté. Oh, gracias, Luke  dijo casi a gritos, arrojándome con fuerza los brazos al cuello.Mañana tedaré la carta  añadió.¿Me prometes que me la echarás al correo? Te lo prometo.Pensé en el señor Thornton, el de la oficina de Correos, y en la cara que pondría si veía una carta deLibby Latcher dirigida a Ricky en Corea.Ya se me ocurriría algo.A lo mejor, le pedía consejo a mimadre.166 John Grisham LA GRANJALas mujeres llevaron al bebé al porche de atrás donde Gran lo acunó hasta que empezó a quedarsedormido.Mi madre y la señora Latcher comentaron lo cansado que estaba el bebé: el llantoininterrumpido lo había dejado exhausto y finalmente se quedó dormido como un tronco.No tardé enhartarme de tanto oír hablar del bebé.Mi madre me despertó poco después del amanecer, pero en lugar de instarme a saltar de la cama paraenfrentarme con un nuevo día de trabajo en la granja, se sentó junto a mi almohada para hablarconmigo. Nos vamos mañana, Luke.Hoy haré las maletas.Tu padre te ayudará a pintar la fachada de la casa,de modo que, será mejor que pongas manos a la obra. ¿Está lloviendo?  pregunté, incorporándome. No.Está nublado, pero podrás pintar. ¿Por qué nos vamos mañana? Es hora de que nos vayamos. ¿Cuándo volveremos? No lo sé.Ve a desayunar.Nos aguarda un día muy ajetreado.Me puse a pintar antes de las siete de la mañana, cuando el sol acababa de asomar por encima de lascopas de los árboles del este.La hierba estaba mojada y la casa también, pero no me quedabaalternativa.Sin embargo, las tablas no tardaron en secarse, y conseguí trabajar sin problema.Mi padrese incorporó a la tarea y juntos cambiamos de sitio el andamio para que él pudiera alcanzar la parte dearriba.Más tarde se acercó el señor Latcher, y tras observarnos trabajar unos cuantos minutos, dijo: Me gustaría echarles una mano. No está obligado  repuso mi padre desde dos metros y medio más arriba. Me gusta ganarme el sustento  dijo él.No tenía otra cosa que hacer. De acuerdo pues.Luke, ve por la otra brocha.Corrí al cobertizo de las herramientas, alegrándome de haber conseguido una vez más unacolaboración gratuita.El señor Latcher se puso a trabajar con entusiasmo, como si quisiera demostrarsu valía.Un numeroso grupo se congregó para observarnos [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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