[ Pobierz całość w formacie PDF ]
.¿Cuál será la grotesca y salida vieja a la que querrá follarse el arrugado guarroposmenopáusico? Permanezcan atentos a sus pantallas.Decido no mentar lo del virus.Mis padres no tienen puntos de vista muy progresistas sobre estas cosas.O quizá sí.¿Quién sabe? En cualquiercaso, no parecía apropiado.Tom siempre nos dice que estemos en contacto con nuestros sentimientos.Mis sentimientos eran que mis padres secasaron con dieciocho años y a mi edad ya tenían cuatro críos gritones.Pensaban que yo era «marica».Meter el sida en el cuadro sólo serviría paraconfirmar sus sospechas.En vez de eso me bebo una lata de Export y hablo de fútbol con el viejo.No ha ido a un partido desde 1970.La televisión en color le atacó laspiernas.Veinte años más tarde, llegó la televisión por cable y las jodió del todo.Sin embargo, seguía considerándose un experto en el tema.Lasopiniones de los demás no tenían valor alguno.En todo caso, era una pérdida de tiempo intentar expresarlas.Como en política, acababa llegando alpunto de vista opuesto al que había defendido previamente y expresándolo con la misma estridencia.Lo único que tenías que hacer era no llevarle lacontraria para no darle nada contra lo cual discutir y él mismo llegaría gradualmente hasta tu manera de pensar.Estuve sentado un rato, asintiendo de vez en cuando.Después busqué una excusa banal y me marché.Volví a casa y comprobé mi caja de herramientas.La colección de objetos afilados varios de un ex aprendiz de carpintero.El sábado me lallevé al piso de Frances en Wester Hailes.Tenía algunas chapucillas que hacer.De una de ellas Fran no sabía nada.La perspectiva de comer con sus amigas emocionaba a Fran.Hablaba sin cesar mientras se arreglaba.Yo intentaba dar respuestas que fueranmás allá de gruñidos en voz baja que sonaban como «sí» y «de acuerdo», pero por mi cabeza daban vueltas las imágenes de lo que tenía que hacer.Me senté sobre la cama, encorvado y tenso, levantándome frecuentemente para echar una ojeada por la ventana mientras ella se ponía la «careta».Tras lo que pareció toda una vida, oí el sonido de un motor entrando en el desvencijado y desierto aparcamiento.Salté hacia la ventana,anunciando alegremente: «¡Aquí está el taxi!»Frances me dejó la custodia de su niño durmiente.Toda la operación salió bastante bien.Después me sentí fatal.¿Acaso era yo mejor que Venters? El pequeño Kevin.Pasamos algunos buenosratos juntos.Le llevé a los espectáculos del festival de los Meadows, a Kirkaldy para un partido de la Copa de la Liga, y al Museo de la Infancia.Aunque no parezca gran cosa, es bastante más de lo que su viejo hizo jamás por el pobre bastardín.Eso mismo vino a decirme Frances.Por mal que yo me sintiera entonces, sólo era un anticipo del horror que me sacudió cuando revelé las fotografías.Mientras las copias seaclaraban, temblé de miedo y remordimiento.Las puse a secar y me hice un café, que utilicé para bajar dos valiums.Entonces cogí las copias y mefui al hospital a visitar a Venters.Físicamente no quedaba gran cosa de él.Me temí lo peor cuando me asomé a sus ojos vidriosos.Alguna gente con sida había desarrolladodemencia presenil.La enfermedad podía quedarse con su cuerpo.Si también se quedaba con su mente, me habría privado de mi venganza.Afortunadamente, Venters pronto advirtió mi presencia, pues su falta de respuesta inicial era probablemente un efecto colateral de lamedicación que le suministraban.Sus ojos me enfocaron pronto, adquiriendo el aspecto escurridizo y furtivo que asociaba con él.Sentía su despreciopor mí rezumando debajo de su enfermiza sonrisa.Él creía que había hallado un primo al que exprimir hasta el final.Me senté con él, cogiéndole dela mano.Tenía ganas de quebrarle los esqueléticos dedos y metérselos en sus orificios.Le culpaba por lo que tuve que hacerle a Kevin, aparte detodo lo demás.«Eres un buen tío, Davie.Lástima que no nos conociéramos en circunstancias distintas», jadeó, repitiendo la desgastada frase que utilizaba encada visita mía.Intensifiqué mi presa sobre su mano.Me miró desconcertado.Muy bien.El hijoputa aún podía sentir dolor físico.No iba a ser esetipo de dolor el que iba a dañarle, pero sería un plus agradable.Hablé en tono claro y medido.«Te dije que me contagié chutándome, Al.Pues bien, te mentí.Te mentí sobre mogollón de cosas.»«Davie
[ Pobierz całość w formacie PDF ]